El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladímir Putin, se reunieron en Alaska para una cumbre de alto riesgo centrada en la guerra de Ucrania. A pesar de calificar el encuentro como "productivo", no se alcanzó un acuerdo concreto, aunque se sentaron las bases para futuras negociaciones en Moscú. El encuentro tuvo lugar en la Base Aérea Elmendorf-Richardson en Anchorage, marcando la primera vez que un líder ruso pisa suelo estadounidense en casi dos décadas, un gesto que rompe el aislamiento internacional de Putin. Ambos mandatarios describieron la atmósfera como positiva; Putin la calificó de "ambiente respetuoso, constructivo y de mutuo respeto", mientras que Trump afirmó haber tenido una reunión "muy profunda" y "sumamente productiva".
A pesar del tono optimista, el resultado tangible fue limitado.
No se anunció un alto al fuego ni un acuerdo sobre el conflicto ucraniano. Trump fue enfático al declarar que "no hay acuerdo hasta que haya un acuerdo", aunque aseguró que se avanzó en varios puntos y que existen "muchas posibilidades de lograrlo".
Por su parte, Putin sostuvo que para alcanzar una paz duradera "necesitamos eliminar todas las raíces, las causas principales de ese conflicto". La cumbre se vio ensombrecida por la continuación de las hostilidades, ya que, según informes de Kiev, el ejército ruso lanzó 85 drones y un misil contra Ucrania durante el desarrollo de la reunión. La exclusión del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de esta primera fase de diálogo generó preocupación en Kiev y en las capitales europeas, que temen un acuerdo que no refleje sus intereses.
En resumenLa cumbre de Alaska entre Trump y Putin concluyó sin un pacto definitivo sobre la guerra en Ucrania, pero fue calificada por ambos como un paso diplomático productivo. El encuentro sirvió para romper el aislamiento de Putin y establecer un canal de diálogo directo, con la promesa de una futura reunión en Moscú para continuar las negociaciones.