El encuentro busca explorar un posible alto el fuego y el establecimiento de garantías de seguridad, pero ha despertado el temor en Kiev y Europa de que se tomen decisiones sobre su futuro sin su participación. En vísperas de la cumbre, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski mantuvo una reunión virtual con Trump y líderes europeos, en la que recalcó que "todo lo discutido sobre Ucrania debe ser discutido con Ucrania". Esta postura fue respaldada por el canciller alemán Friedrich Merz, quien afirmó que Ucrania "debe ser incluida en todas las discusiones sobre temas territoriales".
La presión diplomática busca evitar un escenario similar a la conferencia de Yalta de 1945, donde las superpotencias decidieron el destino de otras naciones. Por su parte, Trump ha adoptado un tono firme, advirtiendo a Rusia de "consecuencias severas" si no pone fin a la guerra, mientras que Putin ha declarado que da la "bienvenida a los esfuerzos de Estados Unidos para poner fin al conflicto". A pesar de los diálogos, Rusia ha intensificado su ofensiva en el Donbass, logrando su mayor avance en más de un año, lo que aumenta el escepticismo en Ucrania sobre las verdaderas intenciones del Kremlin.
La cumbre es vista como una prueba fundamental para la relación entre ambos líderes y podría redefinir el equilibrio geopolítico global.