Esta decisión, formalizada mediante una orden ejecutiva, se produjo horas antes de que expirara la pausa anterior, manteniendo abiertas las negociaciones entre las dos superpotencias para resolver su prolongada guerra comercial. La prórroga era un resultado esperado tras las rondas de negociaciones en Estocolmo, Ginebra y Londres. En el marco de estas conversaciones, China aprobó la exportación de tierras raras a Estados Unidos, y Washington canceló “medidas restrictivas” sobre Pekín, como los controles a la exportación de chips.
Sin embargo, la tensión persiste.
Trump instó a China a cuadruplicar sus compras de soja estadounidense, una posible condición para mantener la tregua. Además, la situación se complica por la posibilidad de que Washington sancione a Pekín por importar petróleo de Rusia en el contexto de la guerra en Ucrania, una medida que podría hacer descarrilar las negociaciones. Por su parte, China ha encontrado en México una vía para evadir los aranceles, utilizando al país como una “puerta trasera” para sus productos, lo que ha generado preocupación en Estados Unidos y podría influir en la revisión del T-MEC en 2026.
Este complejo escenario demuestra que, aunque se ha evitado una escalada arancelaria total, las disputas comerciales y geopolíticas entre ambas naciones continúan siendo un factor de inestabilidad global.