La administración del presidente Donald Trump ha intervenido directamente en la crisis política de Brasil, vinculando su política comercial con la situación judicial del expresidente Jair Bolsonaro. La imposición de un arancel del 50 % a las importaciones brasileñas ha sido interpretada por aliados de Bolsonaro, como su hijo Flávio, como una represalia de Washington contra lo que consideran una “caza de brujas” judicial liderada por el magistrado del Tribunal Supremo, Alexandre de Moraes. Esta medida se produce en un momento crítico para el expresidente brasileño, a quien el juez De Moraes le decretó prisión domiciliaria por violar las medidas cautelares impuestas en el marco de la investigación por su presunta participación en un intento de golpe de Estado. La familia Bolsonaro ha respondido solicitando la destitución del magistrado, mientras que el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha resistido las peticiones de Estados Unidos para exonerar a su predecesor. La estrategia de Trump parece combinar la presión económica con el respaldo político a un aliado ideológico.
El propio presidente estadounidense ha justificado los aranceles como una respuesta a la persecución judicial contra Bolsonaro. Esta acción ha sido recibida con preocupación en Brasil, donde el banco central ha recomendado “cautela” en la política económica ante un ambiente “adverso e incierto”.
El presidente Lula da Silva, por su parte, ha declarado que no se dejará intimidar y que consultará con los países del bloque BRICS para coordinar una respuesta.
La situación evidencia cómo la política exterior de Trump utiliza herramientas comerciales para influir en los asuntos internos de otras naciones, generando una notable tensión diplomática y económica con uno de los principales actores de la región.
En resumenEl gobierno de Trump ha impuesto un arancel del 50 % a Brasil, una medida vista como una represalia en apoyo al expresidente Jair Bolsonaro, quien enfrenta un juicio por intento de golpe de Estado. Esta acción, que coincide con la orden de arresto domiciliario contra Bolsonaro, ha generado una fuerte tensión diplomática, con el gobierno de Lula da Silva rechazando la injerencia estadounidense.