Ruviel Hurtado Gironza, de 58 años, fue asesinado el 26 de octubre en el municipio de La Vega, Cauca. Era un destacado líder campesino e integrante de la Mesa de Víctimas de Sucre. Su homicidio eleva a 160 el número de líderes asesinados en 2025, de los cuales 38 han ocurrido en el Cauca, según Indepaz. Por otro lado, Wilmer Noguera España, firmante del Acuerdo de Paz de 2016, fue interceptado por hombres armados el 25 de octubre en Dagua, Valle del Cauca, y su cuerpo fue hallado sin vida posteriormente. Este crimen es particularmente grave, ya que su hermano, Uber Noguera, también firmante, fue asesinado en el mismo municipio en agosto de 2024. Noguera se convierte en el firmante de paz número 35 asesinado en lo que va del año. Ambas zonas donde ocurrieron los crímenes, La Vega y Dagua, están cubiertas por Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo (013/25) que advierten sobre la presencia y control territorial de grupos armados como disidencias de las FARC y el ELN. Un informe de la organización Somos Defensores, citado en uno de los artículos, revela que solo en el primer semestre de 2025 fueron asesinados 78 defensores de derechos humanos en el país, un incremento del 20% respecto al mismo periodo del año anterior.
Persiste la violencia contra líderes sociales y firmantes de paz en Colombia
La violencia contra líderes sociales y firmantes del Acuerdo de Paz no cesa en Colombia, con los recientes asesinatos de Ruviel Hurtado Gironza en Cauca y Wilmer Noguera España en Valle del Cauca. Estos crímenes se suman a las alarmantes cifras que evidencian el grave riesgo que enfrentan quienes defienden los derechos humanos y apuestan por la paz en los territorios.



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Las autoridades sorprendieron a los sospechosos en flagrancia, incautando armas y munición durante el operativo.

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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.





