El hombre, según el reporte policial, registraba antecedentes por violencia intrafamiliar. Otro hecho similar se registró en el Meta, donde un hombre habría asesinado a su expareja y agredido al novio actual de la víctima. A estos se suma el caso de Juan Diego Marín Franco, hijo del conocido como ‘Papá Pitufo’, quien fue enviado a la cárcel por tentativa de feminicidio tras atacar a su excompañera sentimental con un arma cortopunzante en Cartagena. En Valledupar, un hombre de 33 años fue capturado por agredir a su pareja con un pico de botella, causándole heridas en la cabeza y el brazo. Estos crímenes y agresiones, ocurridos en el ámbito doméstico y de pareja, reflejan un patrón sistemático que atenta contra el derecho a la vida y a una vida libre de violencias de las mujeres. La reincidencia de los agresores, como en el caso de Bucaramanga, subraya las fallas en el sistema judicial y de protección para prevenir desenlaces fatales.
Feminicidios y violencia de género persisten como una grave crisis en Colombia
La violencia de género continúa siendo una grave violación de derechos humanos en Colombia, con múltiples casos de feminicidio y agresiones contra mujeres reportados en diferentes regiones del país. Estos hechos evidencian la persistencia de una cultura de violencia machista y la necesidad de fortalecer las medidas de protección y justicia para las víctimas. En Bucaramanga, un nuevo caso de feminicidio conmocionó a la ciudad cuando Cindy Vanessa Ramírez Sánchez, de 32 años, fue asesinada presuntamente por su pareja sentimental, José Miguel Barrios Galván, quien tras el crimen se entregó a las autoridades.



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Las autoridades sorprendieron a los sospechosos en flagrancia, incautando armas y munición durante el operativo.

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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.






