Una serie de feminicidios y actos de violencia intrafamiliar en Barranquilla y Arjona han puesto de manifiesto la persistente vulnerabilidad de las mujeres en Colombia y las fallas en las rutas de protección. Los casos revelan un patrón de agresiones previas, amenazas y la vinculación de los victimarios con estructuras criminales, sin que las denuncias logren evitar los desenlaces fatales. En Barranquilla, Kelly Jhoana De Arcos Hurtado, de 34 años, fue asesinada de siete disparos por su expareja, Eduar Alfonso Castro Daza, alias 'El Negro' o 'Máquina', presunto integrante de 'Los Costeños'.
El crimen ocurrió en el conjunto residencial Metrocentro.
A pesar de que Castro Daza se entregó voluntariamente, solo sería judicializado por porte ilegal de armas al no ser capturado en flagrancia, lo que ha generado indignación. Familiares de la víctima aseguraron que ella ya lo había denunciado por amenazas y maltrato, e incluso relatan que días antes del feminicidio, el agresor había destrozado su casa y enviado un video amenazante.
En Arjona, Bolívar, se registró otra tragedia donde Lilibeth Báez Villadiego, de 36 años, fue asesinada a puñaladas por su yerno, Marcelino Gabriel Jaramillo Beltrán, mientras intentaba defender a su hija de una agresión.
El presunto homicida fue capturado en flagrancia tras ser señalado por la comunidad.
Estos hechos se suman a otros casos de violencia de género, como la agresión a una mujer en Barranquilla por no entregar un celular a su pareja, y el ataque de un joven de 19 años con cuchillo a su pareja de 31 en Puerto Rico, Meta.
En resumenLos recientes feminicidios y agresiones contra mujeres en el Caribe colombiano demuestran que, a pesar de las denuncias, las víctimas siguen desprotegidas. La impunidad parcial en casos como el de Barranquilla y la repetición de patrones de violencia exigen una revisión urgente y un fortalecimiento de las medidas de protección, así como una acción judicial más contundente para prevenir que las amenazas se conviertan en crímenes irreparables.