Los máximos cabecillas de las bandas criminales ‘Los Costeños’ y ‘Los Pepes’, Jorge Eliécer Díaz Collazos, alias ‘Castor’, y Digno Palomino, firmaron un acuerdo de paz urbana desde la cárcel La Picota de Bogotá. El pacto, que extiende una tregua previa, se compromete a un cese de actividades ilícitas como homicidios y extorsiones hasta el 20 de enero de 2026 en Barranquilla y el Atlántico. El acuerdo se enmarca en la política de “Paz Total” del Gobierno Nacional y fue mediado por la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI). En el documento, los líderes criminales manifestaron su voluntad de “contribuir a la recuperación de la convivencia pacífica en Barranquilla” y de acogerse a la invitación del presidente Gustavo Petro para “desactivar la violencia, reparar a las víctimas y someternos a la ley”. Entre los compromisos específicos se incluye el desarme progresivo, la prohibición del reclutamiento de menores y la desvinculación de las fiestas de ‘picós’ del control territorial. Monseñor César Narváez, uno de los facilitadores, destacó que el acuerdo busca transformar las economías ilícitas en mercados comunales y que los líderes se comprometieron a “responder jurídicamente por los delitos que han cometido”.
Sin embargo, la tregua ha sido recibida con escepticismo, especialmente después de que una masacre ocurriera en Barranquilla al día siguiente de la firma. El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, calificó el enfoque como “un error”, afirmando que la vía para enfrentar a las bandas es la judicialización, no la negociación. Por su parte, el analista Luis Fernando Trejos señaló que, aunque la tregua podría reducir la violencia a corto plazo, existe el riesgo de que otros grupos como el Clan del Golfo ocupen los vacíos de poder.
En resumenLos jefes de las bandas más violentas de Barranquilla acordaron una tregua hasta 2026 como parte de la “Paz Urbana”. Aunque el pacto busca reducir homicidios y extorsiones, su efectividad es cuestionada por la ocurrencia de una masacre al día siguiente y por el escepticismo sobre la capacidad de los líderes encarcelados para controlar a sus estructuras en las calles.