Una fuerte explosión en el edificio de Sociología de la Universidad Nacional, sede Bogotá, dejó a una persona gravemente herida y obligó a la evacuación del campus. El incidente, ocurrido en medio de disturbios, ha intensificado las críticas sobre la presunta permisividad de las directivas y la falta de control para prevenir la violencia. La detonación ocurrió la tarde del 11 de septiembre durante enfrentamientos entre un grupo de encapuchados y la fuerza pública. La vicerrectora de la institución, Carolina Jiménez, confirmó que la persona herida es un hombre de aproximadamente 25 años que “no hace parte de la comunidad universitaria” y resultó afectado mientras manipulaba el material explosivo. Tras el incidente, la universidad activó la alerta roja y ordenó el desalojo de la Ciudad Universitaria, mientras el CTI de la Fiscalía ingresó para adelantar las diligencias judiciales. El Ministerio de Educación también rechazó los actos violentos, reiterando que los campus deben ser espacios de paz.
Sin embargo, el suceso ha generado un fuerte debate interno.
El profesor Diego Torres, representante de los docentes, denunció que la administración universitaria intentó minimizar los hechos, afirmando inicialmente que la explosión ocurrió en un parqueadero y no dentro de un edificio académico. Torres criticó lo que considera una “permisividad absoluta” y la falta de controles de ingreso, lo que ha permitido que el campus sea utilizado para fines no académicos. “Estamos mamados de la permisividad, de la complacencia con la violencia y del ocultamiento de información”, afirmó el docente, quien además señaló ser objeto de investigaciones disciplinarias por sus denuncias. Por su parte, la vicerrectora Jiménez defendió la política de campus abierto de la universidad, que recibe a unas 45.000 personas diariamente, y sostuvo que “nuestro propósito y nuestra apuesta es que nuestros campus sean territorios de paz”.
En resumenLa explosión en la Universidad Nacional, que hirió a un individuo ajeno a la institución mientras manipulaba explosivos, evidencia una grave crisis de seguridad. Mientras la universidad condena la violencia, voces internas critican una supuesta permisividad administrativa y falta de controles, lo que ha desatado un profundo debate sobre el equilibrio entre la autonomía universitaria y la seguridad en el campus.