Según los reclusos, los alimentos llegan en condiciones insalubres y no aptas para el consumo.
Carmona detalló la situación con ejemplos contundentes: “Desayunos después del mediodía, un pan duro con hongos y un huevo cocinado.
Almuerzos entre las 8:00 y 11:00 p. m. Y comidas ya ni en las madrugadas”.
Esta irregularidad constante, sumada a la mala calidad de la comida, ha generado “odios, resentimientos, enfermedades, denuncias y vulneraciones a la dignidad humana”, aseguró el defensor.
La protesta amenaza con extenderse a otros pabellones, donde los internos también denuncian malos tratos por parte del personal de seguridad. La crisis se agrava por un brote de tuberculosis confirmado por la Secretaría de Salud de Medellín, que diagnosticó a 10 reclusas el pasado 14 de agosto. Ante la gravedad de los hechos, se ha solicitado la intervención de entidades garantes de los derechos humanos como la Personería, la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría para que revisen el contrato de alimentación y esclarezcan las denuncias sobre los tratos hacia la población carcelaria. La huelga de hambre evidencia una profunda crisis humanitaria dentro del penal, que exige una respuesta inmediata de las autoridades para garantizar los derechos fundamentales de las personas privadas de la libertad.












