Fuga de recluso condenado por acceso carnal violento en Pasto genera alerta de seguridad
La fuga de un recluso condenado por un grave delito sexual ha encendido las alarmas en Pasto, Nariño, poniendo en evidencia posibles fallas de seguridad en el centro penitenciario y generando preocupación por la seguridad pública, especialmente de los menores de edad. Las autoridades han activado un operativo especial de búsqueda para recapturar al fugitivo. José Francisco Bravo Hidalgo, de nacionalidad venezolana, escapó de la cárcel judicial de Pasto donde cumplía una condena de 16 años de prisión por el delito de acceso carnal violento contra una niña. El interno, que llevaba apenas un año recluido, logró evadir la vigilancia en la zona destinada a la elaboración de artesanías. Tras la fuga, testigos aseguraron haberlo visto en la Avenida Idema, lo que motivó la activación de un operativo especial por parte de la Policía Metropolitana. Las autoridades han solicitado la colaboración de la comunidad para reportar cualquier pista sobre su paradero, pero advierten no intervenir directamente si es reconocido. La ciudadanía ha respondido compartiendo su fotografía en redes sociales para facilitar la identificación. El caso ha reabierto el debate sobre la seguridad en los centros penitenciarios y ha generado un temor latente en la comunidad, que permanece en estado de alerta ante el riesgo que representa el prófugo, particularmente para la población infantil.



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Las autoridades sorprendieron a los sospechosos en flagrancia, incautando armas y munición durante el operativo.

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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.






