La destrucción no parece ser un mero daño colateral, sino una estrategia intencionada.
Según el análisis del profesor Martin Coward, "atacar las ciudades garantiza que la gente no tenga a donde regresar". Esta visión se ve respaldada por informes que indican que la proporción de estructuras arrasadas en Rafah es mayor que la de las ciudades japonesas tras los bombardeos atómicos, según una estimación del periódico Haaretz. La magnitud de la devastación fue tal que Jared Kushner, tras una visita en octubre, comentó que parecía "casi como si se hubiera detonado una bomba nuclear". El hecho de que el 92 % de los edificios residenciales del enclave estén destruidos tras más de dos años de guerra ilustra un panorama desolador que va más allá de la destrucción de viviendas individuales, apuntando al desmantelamiento del tejido urbano y social de Gaza en su totalidad, dejando un paisaje de escombros y un futuro incierto para sus habitantes.












