Esta situación ha generado una paradoja nutricional, resumida en el sentimiento de algunos gazatíes: "Nos obligan a engordar".

La falta de acceso a una dieta equilibrada se suma a la carga económica. Los testimonios de mujeres en Gaza describen una realidad de precios exorbitantes para los pocos productos disponibles, lo que hace casi imposible para la mayoría de las familias acceder a ellos. Con los hogares reducidos a escombros y la mayoría de las fuentes de empleo desaparecidas, la capacidad de compra de la población es prácticamente nula. Esta crisis económica y alimentaria no solo amenaza la salud física de los habitantes, sino que también genera una profunda desesperanza y agrava el trauma psicológico de una población que ve pocas perspectivas de futuro en medio de la devastación.