Mientras enfrenta graves procesos por corrupción a nivel nacional, recibe un fuerte respaldo de su aliado, el presidente de Estados Unidos, y al mismo tiempo, es objeto de órdenes de arresto internacionales por su papel en la ofensiva sobre Gaza. En el ámbito interno, Netanyahu enfrenta tres procesos judiciales por cargos de fraude, abuso de confianza y soborno, los cuales él ha calificado como una campaña para sacarlo del poder. En este contexto, el presidente de EE.

UU., Donald Trump, ha intervenido formalmente, solicitando al gobierno de Israel que indulte por completo a Netanyahu.

En una carta oficial, Trump describió al primer ministro como un “líder formidable y decisivo durante la guerra” en Gaza y calificó los procesos en su contra como una “persecución política injustificada”.

Este gesto de apoyo contrasta radicalmente con la situación de Netanyahu en el escenario internacional. Se ha informado que cuenta con órdenes de arresto emitidas por la Corte Penal Internacional (CPI) y por la Fiscalía General de Estambul por crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos durante la ofensiva en la Franja de Gaza. Esta dualidad lo posiciona como una figura polarizante: defendido por un poderoso aliado por su liderazgo militar, pero acusado por organismos internacionales de las más graves violaciones al derecho internacional. Su futuro político parece depender tanto del desenlace de sus batallas legales en Israel como de la evolución de la presión judicial internacional.