La decisión se tomó tras consultas de seguridad y fue comunicada como una respuesta a supuestas provocaciones de Hamás. La directriz de Netanyahu fue clara y contundente. Según un comunicado de su oficina, instruyó a la cúpula militar para ejecutar “ataques inmediatos y contundentes en Gaza”.
Esta ofensiva, descrita por el propio mandatario como una serie de “poderosos ataques”, marcó el reinicio formal de las hostilidades a gran escala, a pesar del acuerdo de paz vigente desde el 10 de octubre. Los ataques se concentraron en diversas áreas, incluyendo objetivos en el oeste y centro de la Ciudad de Gaza, así como en la ciudad sureña de Rafah.
Un funcionario estadounidense confirmó a medios internacionales que Washington fue notificado previamente sobre la decisión israelí. La orden de Netanyahu representa un punto de inflexión en el conflicto, pues traslada la responsabilidad de la escalada directamente a una decisión de alto nivel del gobierno israelí, argumentando la necesidad de responder con firmeza a lo que calificó como agresiones palestinas. Esta medida no solo pone en jaque el acuerdo mediado por Estados Unidos, sino que también genera una profunda incertidumbre sobre la viabilidad de cualquier proceso de paz a corto plazo, devolviendo a la región a un ciclo de violencia activa.













