La cuestión de los rehenes en manos de Hamás y los cuerpos de combatientes y prisioneros palestinos se ha convertido en un elemento central que determina el ritmo del conflicto. La liberación o repatriación de estas personas es un punto de quiebre en las negociaciones, capaz de sostener o destruir cualquier acuerdo de alto el fuego. El gobierno israelí ha utilizado la situación de los rehenes como una de las principales justificaciones para sus acciones militares. La reanudación de los bombardeos del 28 de octubre fue atribuida, en parte, a la “demora en la devolución de los cuerpos de 13 rehenes israelíes fallecidos”. El ministro de Defensa, Israel Katz, acusó explícitamente a Hamás de “violar el acuerdo para la repatriación de los rehenes muertos”. Esta presión subraya la importancia política y social que tiene para Israel la recuperación de sus ciudadanos.
En respuesta, Hamás también ha utilizado a los rehenes como una herramienta de negociación.
Tras la nueva ofensiva israelí, el grupo islamista declaró que pospondría la devolución de un rehén que planeaba entregar ese mismo día, vinculando directamente la seguridad de los cautivos a las acciones militares de Israel. Por otro lado, el acuerdo de tregua también incluye la devolución de cuerpos de palestinos por parte de Israel, que ha entregado 195 cadáveres a Gaza, aunque la identificación ha sido difícil. Esta compleja dinámica de intercambio, donde vidas y restos humanos son moneda de cambio, añade una dimensión profundamente sensible y volátil al conflicto, haciendo que cualquier avance en las negociaciones sea extremadamente delicado.
En resumenLa situación de los rehenes y los cuerpos de fallecidos es un factor crucial que influye directamente en la escalada del conflicto. Israel justifica ataques por demoras en la repatriación, mientras Hamás condiciona las liberaciones al cese de hostilidades, convirtiendo el tema en un punto central y altamente sensible de las negociaciones.