Sin embargo, estos esfuerzos se ven amenazados por la creciente tensión con el gobierno israelí, especialmente tras la aprobación preliminar de una ley para anexar Cisjordania. El gobierno estadounidense ha estado directamente involucrado en la supervisión del cese al fuego a través de visitas de altos funcionarios como el vicepresidente J. D. Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio. El objetivo prioritario ha sido consolidar la tregua y avanzar en el plan de paz de Trump, que incluye la propuesta de una Fuerza Internacional de Estabilización para el enclave. No obstante, la relación bilateral se ha tensado significativamente debido a la iniciativa en el parlamento israelí para extender su soberanía a Cisjordania.
La reacción de Washington fue contundente.
Vance calificó la votación como una “maniobra política muy estúpida” y afirmó sentirse “personalmente ofendido”.
Por su parte, Rubio advirtió que estos pasos “podrían poner en peligro el plan del presidente Trump para poner fin al conflicto”. El propio Trump, en una entrevista con la revista Time, reforzó esta postura al declarar que Israel “perdería todo el apoyo de Estados Unidos si eso sucediera”. Este choque de agendas evidencia una profunda fisura entre la estrategia de paz de Washington y las acciones de facciones clave dentro del gobierno de su principal aliado en la región.












