Sectores de la ultraderecha israelí, tanto a nivel ministerial como de activismo civil, han ganado una notable influencia, impulsando una agenda de línea dura que desafía directamente los esfuerzos de paz y ayuda humanitaria. Sus acciones han generado tensiones internas e internacionales, complicando la gestión del conflicto por parte del gobierno de Netanyahu. Una manifestación clara de este poder fue el bloqueo de camiones de ayuda humanitaria en el paso de Kerem Shalom por parte de extremistas. Este grupo, representado legalmente por la organización Honenu, conocida por defender a colonos de extrema derecha, actuó con la convicción de que la ayuda a civiles en Gaza fortalece a Hamás. Esta acción fue descrita por observadores como un reflejo del “creciente poder de la ultraderecha israelí, que busca presionar al gobierno para mantener una línea dura frente a Gaza”.
A nivel gubernamental, ministros ultraderechistas como Bezalel Smotrich (Finanzas) e Itamar Ben Gvir (Seguridad Nacional) son los principales impulsores del proyecto de ley para anexionar Cisjordania.
Tras la votación preliminar, Ben Gvir publicó: “¡Ha llegado el momento de la soberanía ahora!”.
Ambos ministros, que son colonos, habían pedido previamente la anexión en respuesta al reconocimiento del Estado palestino por parte de otros países.
Estas posturas radicales no solo amenazan la estabilidad del alto el fuego, sino que también generan fricciones con aliados clave como Estados Unidos.
En resumenLa influencia de la ultraderecha en Israel se ha convertido en un obstáculo significativo para la paz. Sus acciones, que van desde el bloqueo de ayuda humanitaria hasta la promoción de la anexión, ejercen una fuerte presión sobre el gobierno y ponen en peligro tanto la tregua en Gaza como la estabilidad regional.