En estas áreas, el ejército ha establecido la llamada “línea amarilla”, una frontera arbitraria que los civiles palestinos tienen prohibido cruzar.

Desde el inicio de la tregua, al menos 30 palestinos han sido abatidos a tiros por violar esta restricción. Esta situación ha llevado a analistas como Noura Erakat a describir el acuerdo no como un paso hacia la paz, sino como el establecimiento de “un nuevo tipo de ocupación permanente”. El plan de paz de Trump, en su primera fase, permite explícitamente que el ejército israelí permanezca en más de la mitad del enclave, sin un plazo claro para su retirada. Esta presencia militar constante no solo limita la libertad de movimiento y el retorno de los desplazados, sino que también perpetúa un estado de miedo e incertidumbre. Para los palestinos, esta realidad demuestra que la tregua no ha significado el fin de la ocupación, sino una reconfiguración de la misma, manteniendo la estructura de control y sometimiento.