Solo ruinas y hambre”.

La crisis se agrava por la instrumentalización política de la ayuda. El ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, una figura de la ultraderecha, ha presionado para detener todos los suministros como represalia por disputas en el intercambio de cadáveres, amenazando con usar la hambruna como arma de guerra. Esta postura, condenada por la comunidad internacional, evidencia cómo la supervivencia de más de dos millones de personas se ha convertido en una ficha de negociación, socavando los principios humanitarios más básicos y perpetuando el sufrimiento de la población gazatí.