La propuesta contempla una administración tecnocrática bajo supervisión internacional, excluyendo a Hamás del poder, una condición que enfrenta una fuerte resistencia. Según los 20 puntos del plan, Gaza será administrada por un "comité palestino tecnocrático y apolítico" bajo la supervisión de una "Junta de la Paz" internacional presidida por Donald Trump, con la idea de que una Autoridad Palestina reformada asuma el control posteriormente. Un punto crucial es que Hamás y otras facciones "no podrán gobernar Gaza ni directa, ni indirectamente" y la Franja será desmilitarizada.

Sin embargo, esta visión choca frontalmente con la postura de la resistencia palestina. Un vocero de Hamás declaró de forma categórica: "Ningún palestino aceptará el desarme; nuestro pueblo necesita las armas y la resistencia más que nunca". Las facciones palestinas han reafirmado que la administración de Gaza es un asunto interno y rechazan cualquier tutela extranjera. El analista Joseph Hage advierte que Israel ha dejado clara su postura: "Si Hamás no entrega sus armas, el ejército israelí va a entrar otra vez a la ciudad de Gaza y se las va a quitar por la fuerza". Este dilema sobre el desarme y la futura autoridad en el enclave se presenta como el principal obstáculo para una paz sostenible y el punto más probable de futuras confrontaciones.