El acuerdo, ratificado en una cumbre en Egipto por los mediadores (Estados Unidos, Catar, Egipto y Turquía), establece un cese al fuego inmediato, la liberación de todos los rehenes en manos de Hamás a cambio de cerca de 2.000 prisioneros palestinos, y la entrada de ayuda humanitaria a la Franja. El presidente Trump lo describió con grandilocuencia como "probablemente uno de los días más grandes de la civilización" y el "amanecer histórico de un nuevo Medio Oriente".

Sin embargo, el plan ha sido duramente criticado por analistas y voces palestinas.

Pamela Urrutia, investigadora de la Escuela de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, señaló que la medida "es temporal y no apunta a resolver las causas estructurales del conflicto, como la ocupación del territorio palestino por Israel". Por su parte, la abogada palestina estadounidense Noura Erakat lo calificó como "un plan de mínimos que diluye la posibilidad de un alto el fuego duradero" y que supone "un nuevo tipo de ocupación permanente". Las críticas se centran en que el acuerdo no menciona explícitamente el fin de la ocupación, no contempla la soberanía palestina en sus primeras fases y deja en el aire temas cruciales como el estatus de Cisjordania y Jerusalén Este, y el derecho al retorno de los refugiados.