Su visita a Israel y Egipto, junto con su retórica triunfalista, ha dominado la narrativa mediática del evento.

Desde el anuncio del plan en la Casa Blanca, Trump ha enmarcado el acuerdo como un logro histórico que nadie más podría haber conseguido. En un discurso cargado de simbolismo ante el Parlamento israelí, la Knéset, donde recibió una ovación de más de tres minutos, proclamó que el pacto representaba "el amanecer histórico de un nuevo Oriente Medio".

Afirmó que "la larga y dolorosa pesadilla ha llegado a su fin" y que su administración había logrado lo que "antes parecía imposible". Durante su visita, Trump no solo se reunió con autoridades israelíes y familiares de los rehenes, sino que también hizo una controvertida petición pública al presidente Isaac Herzog para que indulte al primer ministro Benjamín Netanyahu de sus cargos por corrupción, minimizando las acusaciones al preguntar: "¿A quién le importan unos cigarros y champán?".

Este gesto subraya la estrecha alianza entre ambos líderes.

Su protagonismo fue igualmente evidente en la cumbre de Sharm el-Sheij, donde lideró la firma del acuerdo y declaró que había evitado una Tercera Guerra Mundial. Para muchos, su intervención fue decisiva, pero críticos señalan que el acuerdo refleja principalmente los intereses de Estados Unidos e Israel, dejando de lado las demandas palestinas fundamentales.