Ambas partes se han lanzado graves acusaciones, amenazando la frágil tregua alcanzada.

El ejército israelí confirmó que uno de los cuatro cuerpos entregados por Hamás “no coincide con ninguno de los rehenes desaparecidos”, según los exámenes forenses. Este hallazgo provocó indignación entre las familias de los rehenes y la ultraderecha israelí. Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, acusó a Hamás de “mentir, engañar y abusar de las familias y de los cadáveres” y exigió al gobierno lanzar un ultimátum para detener toda la ayuda humanitaria a Gaza si no se entregan los cuerpos correctos. Por otro lado, funcionarios del Complejo Médico Nasser en Gaza denunciaron que los 45 cuerpos de palestinos entregados por Israel llegaron en condiciones inhumanas. Según el hospital, los restos llegaron con “las manos y piernas esposadas, algunos con los ojos vendados y signos de heridas de bala”, mientras que otros parecían haber sido “atropellados por tanques”. El Centro Palestino para las Personas Desaparecidas exigió a Israel detalles sobre las identidades y circunstancias de las muertes.

Esta controversia subraya la profunda desconfianza y el dolor que persisten, complicando uno de los aspectos más sensibles del acuerdo de paz.