Los primeros autobuses con prisioneros llegaron a Ramala, donde fueron recibidos con vítores y abrazos por familiares y amigos.

Sin embargo, el intercambio no estuvo exento de controversia.

El presidente colombiano, Gustavo Petro, condenó “la deportación forzada de 154 palestinos liberados”, un punto del acuerdo que generó críticas.

Por su parte, Hamás denunció que los prisioneros liberados sufrieron “las peores formas de tortura psicológica y física” durante su detención en cárceles israelíes. A pesar de las tensiones, la liberación de los prisioneros fue un componente esencial del acuerdo, calificado por Hamás como “un logro nacional y un hito brillante” en su lucha.