Viviendas, escuelas, hospitales, sitios religiosos y zonas cultivables han desaparecido bajo los bombardeos.

Además de la destrucción física, la Administración Netanyahu ha fraccionado la Franja mediante corredores militares, alterando por completo su geografía y dificultando aún más la vida de sus habitantes. Esta estrategia de tierra arrasada no solo ha provocado una catástrofe humanitaria, sino que también plantea serias dudas sobre la viabilidad de una reconstrucción futura y la posibilidad de que la población gazatí pueda volver a tener una vida normal. La magnitud de la devastación es el argumento central de quienes critican la respuesta de Israel como desproporcionada y como un castigo colectivo contra el pueblo palestino.