La periodista palestina Hind Khoudary, de Al Jazeera, resume el sentir de sus colegas: “Llevo más de 700 días trabajando sin descanso.
Me siento exhausta, traumatizada, deprimida”.
Su testimonio refleja una realidad en la que los reporteros locales son la única fuente de información desde el terreno, ya que, como se menciona en otro artículo, “la prensa internacional no tiene acceso a Gaza”.
Khoudary cuestiona directamente su situación: “¿Hasta cuándo vamos a ser objetivos militares?
¿Cómo puede justificarse todo esto?”.
Su pregunta es respaldada por una larga lista de colegas asesinados en ataques israelíes. Entre ellos se nombra a Samer Abu Daqqa, camarógrafo de Al Jazeera, muerto por un ataque de dron; Hamza Al Dahdouh, también de Al Jazeera e hijo del jefe de la oficina en Gaza; y Ayat Jadoura, periodista freelance que publicó un video titulado “Mi último mensaje al mundo” días antes de morir en un bombardeo. Los informes detallan que los periodistas han sido asesinados en sus casas, en carpas de prensa improvisadas junto a hospitales o mientras cubrían las consecuencias de otros ataques, lo que alimenta la percepción de que son blancos deliberados.