La propuesta, acordada con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, fue presentada con un ultimátum de Trump a Hamás para que la acepte o “se desatará un infierno”. El plan contempla la creación de un “comité tecnocrático y apolítico” para gestionar Gaza, la presencia de una “Fuerza Internacional de Estabilización” liderada por Estados Unidos, y la designación del exprimer ministro británico Tony Blair como una figura clave en la administración del territorio.

Las reacciones son diametralmente opuestas.

Un artículo lo califica de “delirio colonial” y “sarta de disparates”, argumentando que solo ofrece a los palestinos pasar del dominio israelí al de Washington. Otro análisis, en cambio, lo celebra como “el reconocimiento de que la paz viene de la victoria y la victoria es de Israel”. El experto Irvin Gatell sugiere que el plan ha provocado una fractura en Hamás, con una facción dispuesta a aceptarlo ante la presión de aliados como Qatar y Turquía. Económicamente, el proyecto es ambicioso, proponiendo una “reinversión total” para convertir a Gaza en un centro tecnológico y financiero “muy parecido a Miami o Dubái”.

A pesar de las críticas, el plan ha recibido el respaldo de la Unión Europea y de importantes países árabes, lo que aumenta la presión sobre el liderazgo palestino.