Los artículos presentan narrativas divergentes sobre este hecho.

Mientras algunos lo retratan como un acto de barbarie terrorista que justifica la respuesta militar de Israel, otros lo contextualizan dentro de un marco más amplio de opresión colonial. Una perspectiva sostiene que la masacre convirtió a los palestinos en “cómplices de Hamás”, destruyendo su imagen de víctimas. En contraste, otros análisis argumentan que el ataque fue el detonante de una respuesta desproporcionada calificada de genocidio. El gobierno de Benjamin Netanyahu ha utilizado el ataque para justificar no solo la guerra en Gaza, sino también una expansión acelerada de la colonización en Cisjordania, afianzando su control sobre los territorios ocupados. El recuerdo del 7 de octubre sigue siendo un elemento central y polarizador en el discurso de ambas partes, alimentando un ciclo de violencia que parece no tener fin.