La misión, descrita como “pacífica y no violenta”, estaba compuesta por unos 45 barcos con activistas de más de 40 países, entre ellos figuras reconocidas como Greta Thunberg y la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

Su objetivo era “romper el bloqueo a Gaza” y entregar ayuda a una población que, según los organizadores, enfrenta “hambruna y genocidio”.

La intervención israelí se produjo cuando la flotilla se aproximaba a lo que Israel designa como una “zona de combate activa”.

Las fuerzas navales israelíes ordenaron a los barcos cambiar de rumbo, argumentando una violación a un “bloqueo naval legítimo”.

Los activistas a bordo denunciaron haber sido “rodeados de forma agresiva” y que sus comunicaciones fueron desactivadas remotamente.

El incidente provocó reacciones internacionales; el presidente de Colombia, Gustavo Petro, emitió una alerta, mientras que España e Italia, que habían enviado buques militares para garantizar la seguridad de la flotilla, le aconsejaron no ingresar a la zona de exclusión. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel calificó la flotilla como una “provocación”, afirmando que se habían ofrecido vías pacíficas para la entrega de ayuda que fueron rechazadas. Previamente, la misión ya había denunciado ataques con drones en Túnez y en aguas internacionales, los cuales fueron condenados por la ONU y la Unión Europea.