El plan contempla la creación de una autoridad de transición en Gaza, compuesta por un comité tecnocrático palestino y supervisada por una “Junta de Paz” internacional liderada por el propio Trump y el ex primer ministro británico Tony Blair.

Sin embargo, la propuesta ha sido recibida con profundo escepticismo.

Críticos, como el diario mexicano La Jornada, la califican de “delirio colonial”, argumentando que no ofrece una soberanía real a los palestinos y perpetúa el control extranjero. Netanyahu, aunque respalda la iniciativa, ha declarado que el ejército israelí “permanecerá en la mayor parte de la Franja de Gaza” y que no habrá un Estado palestino.

Por su parte, Hamás enfrenta una división interna; según el analista Irvin Gatell, una facción estaría dispuesta a negociar mientras otra, vinculada a Irán, la rechaza por considerarla una “rendición”.

Gatell subraya la precaria posición del grupo: “Hamas inició la guerra, Hamas la perdió, Hamas está acorralado.

Pues obviamente lo que le corresponde en este caso es rendirse”.

El plan promete una masiva reconstrucción económica para convertir a Gaza en un centro similar a “Miami o Dubái”, pero su implementación depende de la rendición de una organización profundamente dividida y de la superación de una fuerte oposición que lo ve como una imposición que ignora los derechos palestinos.