Las consecuencias para la población son nefastas.

Se describen los efectos fisiológicos de la inanición, incluyendo el daño a órganos internos y un sistema inmunológico debilitado, lo que conduce a un “paulatino agotamiento y deterioro físico y mental, fuertes dolores, gran angustia y lenta agonía hasta la muerte”.

Esto ha forzado a muchas familias a un “éxodo gota a gota” en un intento desesperado por sobrevivir. Se argumenta que esta hambruna inducida no es un subproducto de la guerra, sino una parte calculada de un plan más amplio, sugiriendo que podría ser un componente de un genocidio intencional contra el pueblo palestino.