Más de 67.000 personas han muerto y se cree que miles más están sepultadas bajo los escombros.
Los constantes bombardeos han destruido hogares, escuelas e infraestructura crítica.
El sector de la salud está particularmente afectado. Según el Ministerio de Salud de Gaza, los hospitales están “dando sus últimos suspiros” y están a días de cerrar departamentos vitales por la escasez crítica de combustible para los generadores. El conflicto también ha provocado la muerte de 1.600 trabajadores sanitarios, lo que limita gravemente el acceso de la población a la atención médica. Esta situación agrava la propagación de enfermedades como la difteria, la gastroenteritis y el sarampión, especialmente entre los niños que también sufren de desnutrición severa y retraso en el crecimiento. La falta de vacunas y atención médica significa que incluso enfermedades menores pueden volverse mortales. El asedio también se extiende a la tecnología, impidiendo la implementación de soluciones modernas de ayuda humanitaria que se utilizan en otras partes del mundo, aislando aún más a Gaza.