La “descontrolada barbarie” del régimen de Tel Aviv ha forzado a países como Reino Unido y Canadá a tomar una postura, no por convicción moral, sino por una “enorme y creciente presión social”. El reconocimiento tardío del Estado palestino es visto como una medida asimétrica, considerando que estos mismos países reconocieron a Israel en 1949. Se argumenta que ha sido necesario llegar a más de 60.000 muertos para que estos gobiernos admitan el derecho de los palestinos a un Estado, lo que evidencia la profunda crisis moral. Esta crisis se manifiesta en la disputa interna de Occidente sobre cómo gestionar un orden que se descompone, entre un bloque fascista que apoya el exterminio y una socialdemocracia decadente que ofrece gestos vacíos.