La estrategia militar israelí en la Ciudad de Gaza ha generado una severa crisis de desplazamiento, con cientos de miles de civiles atrapados entre las órdenes de evacuación y la falta de lugares seguros a donde ir. A pesar de los intensos bombardeos, una gran parte de la población se resiste a abandonar sus hogares, desconfiando de las garantías de seguridad. Según la Oficina de Medios del Gobierno de Gaza, más de 900.000 palestinos permanecen en la Ciudad de Gaza y el norte de la Franja, resistiéndose a lo que califican como un “crimen de desplazamiento forzado permanente”. Aunque 270.000 personas se han visto obligadas a huir, la decisión de quedarse se basa en la evidencia de que las “zonas humanitarias seguras” designadas por Israel no son seguras. La zona de Al-Mawasi, promovida como refugio, ha sido bombardeada más de 110 veces, resultando en más de 2.000 muertes. La ofensiva israelí, que incluye la entrada de tanques a la ciudad, tiene como objetivo explícito desplazar al millón de habitantes de la capital gazatí.
El papa León XIV se refirió a esta situación al condenar el “exilio forzado”.
La situación es tan precaria que la UNRWA reportó que el costo de huida para una familia es de aproximadamente 3.180 dólares, una suma prohibitiva. La falta de combustible, alimentos y refugio en el sur ha llevado a que unos 22.000 desplazados hayan optado por regresar a sus barrios en el norte, a pesar del peligro. Israel ha designado solo el 12% de la superficie de Gaza como “zonas de refugio”, intentando concentrar allí a más de 1.7 millones de personas en lo que el gobierno gazatí describe como “campos de concentración”.
En resumenEl desplazamiento forzado es un pilar central de la crisis en Gaza, donde la población civil se enfrenta a la elección imposible de huir hacia zonas igualmente peligrosas o permanecer bajo bombardeos constantes, en un acto de resistencia ante lo que consideran un plan de limpieza étnica.