En el plano diplomático, el futuro de Hamás es una condición clave impuesta por las potencias occidentales que recientemente reconocieron a Palestina. Países como Australia y Canadá han exigido explícitamente que “la organización terrorista Hamás no debe tener ningún papel” en un futuro Estado. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, ha secundado esta posición, declarando que “Hamás no tendrá ningún papel en el gobierno” y que sus facciones “deben entregar sus armas”.

Por otro lado, Hamás sigue siendo un actor con capacidad de negociación. Una propuesta del grupo, que se esperaba fuera entregada al presidente Trump, pedía un alto el fuego de 60 días a cambio de la liberación de la mitad de los 48 rehenes que permanecen cautivos. El parlamentario palestino Fayez Saqqa, al ser consultado sobre el grupo, argumentó que la definición de Hamás como terrorista es política y no reconocida por la ONU, y que su surgimiento fue una consecuencia de la ocupación israelí que comenzó en 1948, mucho antes de la creación de Hamás en 1988.