El gobierno israelí ha sido contundente en su condena.
El primer ministro Benjamín Netanyahu calificó la decisión como un “peligro” para la seguridad de Israel y una “recompensa al terrorismo”, argumentando que un Estado palestino al oeste del río Jordán “no sucederá”. En una línea similar, el ministro de Exteriores, Gideon Saar, describió el reconocimiento como “inmoral”, “indignante” y “especialmente repugnante”. Esta postura se alinea con la retórica de que tal reconocimiento es una “victoria para Hamás”, una afirmación que el presidente francés Emmanuel Macron refutó, asegurando que, por el contrario, constituye una derrota para el grupo y para quienes incitan al odio.
Por su parte, la Autoridad Palestina ha aplaudido la decisión. Su presidente, Mahmud Abás, la consideró “un paso importante y necesario para lograr una paz justa y duradera”.
Abás también buscó disipar las preocupaciones sobre el futuro gobierno, afirmando que “Hamás no tendrá ningún papel en el gobierno” y debe entregar sus armas.
En Gaza y Cisjordania, la noticia fue recibida con agrado y un optimismo cauteloso.
Los ciudadanos expresaron que, si bien el gesto es histórico, esperan que no sea meramente simbólico y se traduzca en medidas concretas para frenar la ofensiva israelí y la crisis humanitaria. La ministra de Asuntos Exteriores palestina resumió este sentir al afirmar: “Esperamos que este reconocimiento no sea meramente simbólico”.