El movimiento, calificado como un “paso histórico”, adquiere una relevancia particular al incluir a los primeros países del G7, como Reino Unido y Canadá, en dar este paso.
El reconocimiento británico tiene una carga simbólica especial, al tratarse de la antigua potencia colonial y firmante de la Declaración Balfour de 1917, considerada el origen del Estado de Israel. El presidente francés, Emmanuel Macron, subrayó la urgencia del momento en su discurso ante la ONU, declarando repetidamente: “Ha llegado la hora”. Este reconocimiento se suma al de más de 147 países que ya lo habían hecho, pero la adhesión de estas economías avanzadas busca revitalizar la solución de dos Estados en un contexto de devastación en Gaza.
Sin embargo, el apoyo no es incondicional.
Los países han establecido exigencias claras para el futuro Estado palestino, como la exclusión de Hamás del gobierno, la celebración de elecciones democráticas y la implementación de reformas en gobernanza y finanzas. Francia, por ejemplo, supeditó la apertura de una embajada a la liberación de los 48 rehenes retenidos por Hamás. Este cambio diplomático, impulsado por la presión social y la “descontrolada barbarie” de la ofensiva israelí, busca presionar a Tel Aviv para detener las hostilidades, aunque su impacto inmediato en el terreno sigue siendo incierto.