Estas declaraciones reflejan una creciente preocupación internacional por la escalada del conflicto y su impacto humanitario.

Desde el Vaticano, el papa León XIV expresó la solidaridad de la Iglesia con la “tierra martirizada” de Gaza, asegurando que no hay “futuro basado en la violencia, el exilio forzado, la venganza”. Su mensaje de que “los pueblos necesitan paz” resonó entre los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.

La condena más enérgica se produjo tras el ataque israelí en Doha, Catar. El secretario general de la ONU, António Guterres, lo calificó como una “flagrante violación de la soberanía”.

Rusia y China también condenaron el ataque, considerándolo una acción destinada a “socavar los esfuerzos internacionales por encontrar soluciones pacíficas”.

Países árabes e islámicos cerraron filas, rechazando las acciones de Tel Aviv y pidiendo sanciones.

Incluso potencias europeas, tradicionalmente aliadas de Israel, han instado sin éxito al Estado hebreo a detener su nueva campaña en Gaza, advirtiendo sobre la profundización de la crisis humanitaria. Estas condenas y llamados a la paz, provenientes de un amplio espectro de actores globales, demuestran un creciente aislamiento de la postura de Israel en el escenario mundial.