Desde el inicio de la ofensiva israelí en octubre de 2023, el costo humano ha sido catastrófico. Según el Ministerio de Salud de Gaza, para septiembre de 2025, el número de palestinos muertos ha superado los 65.000, con más de 164.000 heridos. Las cifras son particularmente trágicas para los menores, con más de 19.000 niños entre los fallecidos.

Organizaciones solidarias denuncian que “un niño muere cada hora en Gaza”.

Los reportes diarios de las morgues de los hospitales confirman la continua letalidad de los ataques; en un solo domingo, medio centenar de personas fueron asesinadas en toda la Franja.

La destrucción material es igualmente abrumadora.

Viviendas, escuelas, universidades y hospitales han sido “destruidos casi en su totalidad”.

La Defensa Civil de Gaza informó que, en una sola semana, más de 50.000 palestinos quedaron sin hogar y al menos 130 edificios residenciales fueron arrasados. Un ejemplo de esta destrucción fue el bombardeo de la Universidad Islámica de Gaza. La tragedia se vive también a nivel personal, como lo ilustra el caso del director del hospital Al Shifa, Mohamed Abu Salmiya, quien, mientras coordinaba la respuesta a la ofensiva, recibió en la unidad de urgencias los cuerpos de su propio hermano y su cuñada, muertos en un bombardeo.