Tras más de dos años de ofensiva militar, el saldo humano es alarmante. Las cifras reportadas por el Ministerio de Salud de Gaza, consideradas fiables por la ONU, superan los 64.000 muertos y 164.000 heridos, con una mayoría de víctimas siendo mujeres y niños.

Organizaciones solidarias denuncian que “un niño muere cada hora en Gaza”.

Además, cerca de 2 millones de personas han sido desplazadas en un territorio donde viviendas, escuelas, universidades y hospitales han sido destruidos casi en su totalidad. La Comisión de Investigación de la ONU confirmó que existe una “hambruna provocada por el hombre en Gaza” como resultado del bloqueo total de ayuda humanitaria, que impide el ingreso de alimentos, agua y medicinas. Esta táctica ha sido calificada como el uso del hambre como arma de guerra. El Comité de Derechos del Niño de la ONU condenó a Israel por esta práctica. La situación ha movilizado respuestas internacionales, como la donación de 200.000 dólares por parte de Colombia para apoyar a cinco organizaciones que atienden a menores y familias vulnerables en Gaza. Sin embargo, los esfuerzos de ayuda se ven obstaculizados por el asedio y los continuos bombardeos, que han afectado incluso a personal médico y humanitario, dejando a la población al borde de una catástrofe irreversible.