El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, declaró que el principal núcleo urbano del territorio quedó “en llamas”.

Los ataques han tenido como objetivo torres residenciales de gran altura, como la Torre Al Kawthar y la Torre al Mohna, así como un inmueble de la Universidad Islámica de Gaza, cuya destrucción fue celebrada por Katz.

La ofensiva terrestre, que según oficiales militares se encuentra en sus “fases iniciales”, se desarrolla en una zona donde aún permanecen unos 600.000 civiles palestinos.

La destrucción de la infraestructura es masiva, y un cirujano francés de Médicos Sin Fronteras que regresó de una misión describió la situación afirmando que lo que queda de Gaza es “dolor, lágrimas y sangre”. Según el Ministerio de Salud gazatí, la campaña de represalia israelí ha dejado más de 64.900 fallecidos, en su mayoría civiles. La Defensa Civil de Gaza reportó que en solo una semana más de 50.000 palestinos quedaron sin hogar y al menos 130 edificios residenciales fueron destruidos. El ejército israelí justifica sus acciones argumentando que Hamás utiliza estas infraestructuras civiles para fines militares y que emite advertencias de evacuación, aunque los habitantes describen un patrón acelerado de avisos seguidos de bombardeos inminentes, sin que existan lugares seguros a los cuales huir.