A esta mayoría se sumarán próximamente países como Reino Unido, Francia, Australia y Canadá, que planean formalizar su reconocimiento.
Este avance diplomático, aunque en gran medida simbólico, tiene un fuerte impacto político al redefinir el debate sobre el conflicto. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha reaccionado con vehemencia, calificando el reconocimiento como “antisemita” y un “premio al terrorismo de Hamás”. Ha reiterado su promesa de que nunca permitirá la creación de un Estado palestino entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, argumentando que representaría una “amenaza existencial” para Israel. Esta posición es respaldada por los nacionalistas religiosos de su gobierno, quienes sostienen que la tierra es un derecho exclusivo concedido por Dios al pueblo judío.
El creciente consenso internacional a favor de la soberanía palestina aísla aún más la postura de Israel en el escenario mundial.