En respuesta, Qatar convocó una cumbre de emergencia con más de 50 países árabes e islámicos para formar un frente diplomático común.

El primer ministro qatarí advirtió que el ataque “pone fin a toda esperanza” de liberar a los rehenes que permanecen en Gaza. La agresión colocó a Estados Unidos en una posición incómoda, ya que en Qatar se ubica su principal base militar en la región.

El presidente Donald Trump calificó el ataque de “imprudente”, mientras Israel insistía en que continuaría persiguiendo a Hamás.

Este episodio ha sido interpretado como un intento de Israel por sabotear cualquier salida negociada al conflicto, cerrando la puerta a un posible cese al fuego y al intercambio de rehenes por prisioneros palestinos.