La diplomacia estadounidense se mueve en un delicado equilibrio, apoyando a su principal aliado mientras intenta gestionar las consecuencias de sus acciones.

Durante su visita a Jerusalén, Rubio se reunió con el primer ministro Benjamin Netanyahu y reafirmó el “apoyo inquebrantable” de Estados Unidos a Israel, exigiendo el desarme de Hamás. El secretario de Estado advirtió que solo quedaban días para alcanzar un acuerdo negociado, afirmando que “disponemos de una ventana muy breve de tiempo”. Calificó a Hamás como “un grupo de salvajes” con el que a veces la diplomacia no es posible. Por su parte, Netanyahu aseguró que la relación bilateral “nunca había sido tan fuerte” y amenazó con continuar los ataques contra el grupo islamista “allá donde esté”. Tras su paso por Israel, Rubio viajó a Doha para mitigar las tensiones generadas por el ataque israelí en la capital qatarí. A pesar del bombardeo, Rubio calificó a Qatar como “el único capaz de mediar sobre Gaza”, destacando la importancia de su rol para poner fin al conflicto mediante una negociación. Esta doble estrategia evidencia la compleja posición de Washington: por un lado, provee el respaldo político y militar que sostiene la ofensiva israelí y, por otro, depende de la mediación de un país atacado por ese mismo aliado para evitar una conflagración regional mayor.