Qatar calificó el bombardeo como una "agresión criminal" y un "comportamiento imprudente", advirtiendo que no toleraría acciones que atenten contra su seguridad.

En respuesta, convocó a una cumbre de emergencia con más de 50 países árabes e islámicos para formar un frente unido. La Liga Árabe expresó su pleno respaldo a Qatar, y condenas similares llegaron de aliados de Hamás como Irán, y de otros países de la región como Arabia Saudita, Jordania y Emiratos Árabes Unidos. A nivel global, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó el ataque, y naciones europeas como Francia, Alemania, España y el Reino Unido expresaron su repudio. Esta reacción internacional casi unánime subraya el aislamiento de Israel tras una acción militar considerada una afrenta directa no solo a Qatar, sino a todo el proceso de mediación. La maniobra israelí fue percibida por muchos gobiernos, incluidos aliados de Washington, como una señal de que los acuerdos de seguridad existentes no los protegen de las agresiones de Tel Aviv, generando una profunda desconfianza.