Este discurso presenta todas sus acciones como respuestas necesarias y legítimas contra el terrorismo, a la vez que generaliza la culpabilidad sobre la población palestina. Para el ataque en Doha, la justificación fue precisa: eliminar a los líderes de Hamás “directamente responsables de la brutal masacre del 7 de octubre”. Sin embargo, para la devastadora campaña en Gaza, la retórica se ha expandido para implicar a la sociedad en su conjunto.

El presidente israelí, Isaac Herzog, declaró que “toda una nación” en Gaza “es responsable”, sugiriendo que no hay civiles inocentes. Esta idea fue reforzada por la embajadora israelí en el Reino Unido, Tzipi Hotovely, quien insinuó que toda Gaza es un objetivo militar válido al afirmar que “todas las escuelas, todas las mezquitas, todas las casas tienen acceso a túneles”. Un analista en The Palestine Chronicle señala que este tipo de discurso es un “fenómeno singularmente peligroso” porque “el extremismo del lenguaje refleja con tanta precisión el extremismo de la acción misma”. Esta lógica se ha utilizado para justificar la destrucción de edificios de gran altura, que según Israel eran centros operativos de Hamás, y para enmarcar las órdenes de evacuación masiva como medidas para proteger a los civiles, aunque en la práctica han generado una catástrofe humanitaria.