Sin embargo, el ataque no logró su objetivo principal.

Hamás reconoció la muerte de cinco de sus miembros, pero negó que entre las víctimas se encontraran los líderes de su delegación negociadora. Irónicamente, el bombardeo se produjo mientras la delegación del grupo islamista discutía la última propuesta de alto al fuego impulsada por Estados Unidos.

Qatar, anfitrión de las negociaciones y aliado clave de EE. UU., condenó enérgicamente el ataque, calificándolo de “agresión criminal”, “violación flagrante de las leyes internacionales” y un acto “cobarde” que amenaza la seguridad regional. La acción militar ha sido interpretada como una muestra de que el gobierno de Netanyahu pone cada vez menos límites en su ofensiva para eliminar a Hamás, incluso a costa de un alto precio diplomático y el posible colapso de los esfuerzos de paz.