Simultáneamente, desde el ala más radical del gobierno, surgen propuestas que amenazan con escalar aún más el conflicto.

El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, ha pedido la anexión de amplias zonas de Cisjordania, una medida que provocó la condena inmediata de la Autoridad Palestina y una advertencia de los Emiratos Árabes Unidos, que la calificaron como una “línea roja” que pondría en riesgo los Acuerdos de Abraham. Esta dualidad de presiones —una desde la calle pidiendo paz y otra desde el propio gabinete pidiendo expansión— refleja la profunda fractura ideológica en Israel y complica la capacidad del gobierno para adoptar una estrategia coherente y unificada, tanto en la guerra como en la diplomacia.