Esta estadística subraya las secuelas físicas y psicológicas permanentes que marcarán a toda una generación.

El informe del Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU detalla que, desde el inicio de la guerra, alrededor de 40.500 menores han sufrido heridas, y más de la mitad de ellos padecen secuelas que los acompañarán de por vida. Estas cifras se suman a los ya devastadores datos de mortalidad infantil, con informes que estiman en 13.000 el número de niños asesinados durante la ofensiva israelí. La violencia no solo causa muertes y lesiones directas, sino que también ha creado una crisis de supervivencia, con niños muriendo por desnutrición en los hospitales de la Franja. La infraestructura que debería protegerlos, como escuelas y centros de salud, ha sido blanco de ataques. El hospital Nasser confirmó la llegada del cadáver de un niño, mientras que Al-Shifa recibió los cuerpos de otros dos. Esta guerra está creando una generación perdida, marcada por el trauma, la pérdida y discapacidades físicas que alterarán fundamentalmente su futuro y el de la sociedad gazatí en su conjunto. La falta de acceso a atención médica adecuada, rehabilitación y apoyo psicosocial agrava aún más la situación, condenando a miles de niños a una vida de sufrimiento y dificultades extremas.